viernes, 25 de abril de 2014

Eufemismos

Un famoso entrenador de fútbol ha muerto tras una dura batalla contra una larga y penosa enfermedad. ¿Suena bien? Pues, se van a extrañar, a mi me suena mucho mejor algo tan sencillo como Tito Vilanova, ex-entrenador del Barcelona, ha muerto de cáncer. En el tema del cáncer, esa enfermedad que son muchas enfermedades con un solo nombre, que a veces te mata y otras no y que prácticamente todos hemos padecido bien en nosotros mismo, bien en los que queremos, los medios de comunicación tienden a usar eufemismos. Eso, y la mierda de seamos muy positivos para así curarnos, son dos cosas que me ponen de los nervios. Yo no he tenido un cáncer (aún) pero he perdido a gente muy querida por su culpa y, afortunadamente, otras personas, igual de queridas, han podido curarse. Las han pasado putas, porque para curarse de esta enfermedad hay que pasarlas putas, pero se han curado, no han ganado ninguna batalla, no les ha curado ningún lazo rosa en un perfil de facebook, la cirugía, la quimio y la radio han hecho su trabajo y se han curado. Así de simple.
Es importante la prevención, es importante la investigación, es importante la protección económica y social para aquellas personas que tienen cáncer o cualquier otra enfermedad. Yo no sé si el barullo que forman este tipo de "muertes famosas" sirven para algo, me temo que no. Pero desde luego no sirve para nada no llamar a las cosas por su nombre, andar con lenguaje bélico, con imposiciones de positivismos idiotas, los sentimentalismos excesivos. Exijamos una lucha seria, inversión en investigación y que la sanidad pública no olvide ni la prevención ni la obligación de ofrecer los mejores tratamientos. Con eso me conformo.

viernes, 18 de abril de 2014

GGM

Es verde, de tapa blanda y está forrado con plástico transparente, probablemente alguno de mis hermanos mayores lo llevó al instituto en alguna ocasión, aunque no creo que en esos momentos ninguno se lo hubiera leído. Yo tenía doce años y leía sin parar, a todas horas, todo lo que cayera en mis manos. Supongo que me llamó la atención la palabra soledad, en aquel entonces, en plena adolescencia, me sentía sola con frecuencia (no creo que nunca lo estuviera, pero ya sabéis cómo son esos años) Leí la primera frase, esa famosísima primera frase y la última, y toda la curiosidad del mundo se apoderó de mí ¿qué le había pasado a esa estirpe condenada a cien años de soledad?... Y lo empecé, y cuando Rebeca, loca de amor, comienza a comer tierra... un fuerte desasosiego me hizo dejarlo, quizás este libro no es aún para mi, pensé.
Pero me siguió llamando desde la estantería del salón, y en el verano de mis trece años volví a cogerlo y esta vez no paré, me bebí toda la historia de Macondo y los Buendía, nunca necesité guía de personajes ni esquemas para no perderme entre tanto Aureliano. Y me lo volví a leer tantas veces que ya he perdido la cuenta. Fueron cayendo otros títulos legendarios, Ojos de Perro Azul, La Hojarasca, El Amor en los Tiempos del Cólera, Noticia de un Secuestro... Si le hago caso a la Wikipedia, creo que he leído prácticamente todo lo que ha escrito. 
Ahora ya no está, su último libro Memoria de mis Putas Tristes, fue inicialmente una decepción, sólo cien páginas, pensé. Pero es todo un ejercicio de como se puede escribir maravillosamente prescindiendo de todo lo superfluo, cada palabra es perfecta.
Siempre digo que yo, de mayor, quiero escribir como Gabriel García Márquez. No se preocupen, soy plenamente consciente de que es imposible.
Descanse en Paz.

lunes, 14 de abril de 2014

La pereza

La pereza es enemiga de muchas cosas, es enemiga de la casa, pues cuando te ataca todo queda sin hacer, es enemiga de los libros, ya que con ella ni se leen ni, desde luego, se escriben. La pereza es un arma de destrucción masiva para todo lo importante de la vida. Te ata al sofá, te cierra los ojos, te inunda de desencanto. Es un virus extraño con una cura difícil, la fuerza de voluntad mata la pereza, pero es débil y no siempre gana la batalla. 
No todas las perezas son iguales, las hay muy específicas, como la pereza de discutir lo mil veces discutido, o la pereza de mirarte al espejo y encontrarte con lo de siempre.
Pereza, maldita pereza, que te atrapa en espirales sin sentido.