jueves, 27 de marzo de 2014

A dieta

Quienes me siguen por el blog y quienes me conocen en persona sabrán que estoy gorda. Así sin paliativos, a quién queremos engañar con un diminutivo. Y, como casi todas las gordas, he intentado bajar de peso varias veces. Con el método habitual, la maldita dieta. Para ello he acudido a endocrinos, a ver si lo mismo es por metabolismo (¡ilusa!), a dietistas de diferente estilo... En fin, los de siempre para escuchar lo de siempre, porque tengo muy claro lo que tengo que hacer para adelgazar, comer lo que debo, en menor cantidad y moverme. ¿Parece fácil, eh?
Las gordas que me lean sabrán que no lo es. La comida es una droga estupenda, bien vista, y no hace demasiado daño al cerebro... ¿qué estás nerviosa? Comes ¿estás triste? Comes ¿Contenta y de fiesta? Comes ¿Celebras algo? Comes ¿Estás de duelo? Comes. Y así todo el rato. Luego, con los niños, llega el síndrome de coche escoba... ¿se dejan una croqueta? Para adentro ¿Una salchicha bien empercochada en ketchup? ¡Qué pena tirarla! Y cuando se trata de medio donuts de chocolate... Eso.
En uno de mis intentos fui a una terapia de grupo con una psicóloga argentina (no es un homenaje a Sabina, es que la señora era de allí) Un desastre. Porque cuando esa señora dijo con entusiasmo estar a dieta es maravilloso, lo mejor del mundo, servidora le espetó que estar a dieta es una mierda y que lo que es realmente maravilloso es comer y beber todo lo que te de la gana sin engordar... En fin, que sólo fui una vez.
Ahora hemos vuelto a las andadas, le pago a un señor muy joven y muy guapo que me pesa todas las semanas y me riñe si no adelgazo. Luego me da una dieta muy bien impresa que yo acomodo a mi vida. Como menos, me compré una bici, y no bebo alcohol. Una tristeza vamos, pero hasta que se invente para los humanos una poción mágica que te adelgace de forma automática... me temo que no me queda otra.




P.D. Esta es la poción que se le da al Pou (el bichito que tengo en el movil para entretener a mi hija) y adelgaza en un pis pas... qué envidida!!!

martes, 25 de marzo de 2014

In memoriam

Ha salido el sol. Tras tantos días de lluvia el aire está limpio, huele a hierba fresca y a tierra mojada. Me parece escuchar a mi padre diciendo “qué buen día para coger caracoles” con los ojos empequeñecidos en una sonrisa. Después de varios días de lluvia en el camping, escuchándole gritar a todas horas porque provocábamos goteras en la tienda de campaña, “¡esto no es de hormigón armado!”. Era un gran momento verlo sonreír de nuevo. Los cuatro hermanos andábamos ya medio histéricos tras los días de encierro forzoso entre las cuatro paredes de tela naranja, que mi madre trataba de acondicionar a nuestros juegos de la mejor manera posible en los días de lluvia. Cuando el mal tiempo se prolongaba, nos íbamos poniendo cada vez más nerviosos, ya con los juegos de cartas agotados por el uso. Y de repente, el sol. Yo seguía a mi padre como un perrillo, a la caza y captura de los caracoles. Tardé años en llamarles cabrillas, grandes, babosos, con todas las tonalidades de marrón en sus conchas. Íbamos los dos por los caminos llenando nuestra bolsa, evitando las ortigas y pisando charcos. En aquellos momentos me sentía más unida que nunca a ese hombre que reservaba sus mimos y atenciones con maneras de avaro. Iba atenta a sus explicaciones, deseando agradarle, haciendo preguntas sobre los temas que yo sabía que le gustaban, la ciencia, el porqué de las cosas… A veces volvía a caer alguna que otra gota, para recordarnos que estábamos en Asturias, en Santander o donde quiera que ese año nos hubiera llevado el Simca rojo con su remolque amarillo para el equipaje. Nuestras  vacaciones se iniciaban con los primeros días de julio y acababan bien entrado agosto, eran semanas de viajes, excursiones, amigos viejos y nuevos. Montábamos y desmontábamos la tienda como un ejército bien entrenado, gozábamos de la libertad que nos daba la ausencia de peligros y comíamos cosas que apenas se hacían en casa como migas, sopas de ajo y, sobre todo, jugosos caracoles en salsa que mi padre cocinaba para nosotros y, a veces, para casi todos los campistas. Nunca cocino cabrillas, ni las pido en los bares, pero basta que salga el sol tras unos días de lluvia para que olfatee el aire con nostalgia  y piense “qué buen día para coger caracoles”.

viernes, 14 de marzo de 2014

Aquel 11 de marzo

Lo llevo en la cabeza muchos días, pero hasta ahora no he tenido tiempo de ponerlo por escrito.
Aquel 11 de marzo yo me desperté como cualquier día para ir a trabajar. En la cocina, en aquella época, mi primera obligación era tomarme una pastilla de hierro con un zumo de naranja natural, el primer gesto, antes de exprimir las naranjas, encender la radio. Iñaki Gabilondo sonaba más grave de lo natural, se habían producido unas explosiones en Atocha. Me fui para mi cuarto y pusimos la tele, aún recuerdo la primera frase de mi marido, "esto no lo ha hecho ETA". Luego los nervios, el mal cuerpo, las llamadas y los SMS comprobando que todos los amigos de Madrid seguían sanos y salvos. Tuvimos mucha suerte.
Mi padre estaba en el hospital, recién operado del cáncer de laringe, no podía hablar. Pasé ese fin de semana con él allí, para dormir tenía una hamaca reclinable que mi madre había comprado para estar lo más cómodas posibles en ese horror que son las habitaciones triples de los hospitales públicos, pero no dormimos esos días. Compartiendo auriculares, mi padre y yo compartíamos sobre todo la indignación, nos estaban mintiendo en la cara de la forma más horrible, interesada, torticera... Nos quedábamos sin adjetivos. El cuaderno que mi padre estaba lleno de insultos al gobierno del PP. Nos habían metido con mentiras en una guerra injusta, nos situaron en el punto de mira, pero lo peor no era eso, lo peor era ver cómo trataban de aferrarse al poder mediante la mentira y la manipulación. Aquel domingo fui a votar con una sola idea en la cabeza hay que echarlos. Y los echamos, pero por unos años, ahora han vuelto, más mentiras, más injusticia, más cinismo.
En el aniversario de aquel 11 de marzo, las encuestas le siguen dando mayoría en la intención de voto, definitivamente no entiendo a ese porcentaje de población, ¿son idiotas o son malas personas?. Sus dirigentes, sus medios de comunicación lacayos, han seguido mintiéndonos a la cara sin ningún tipo de vergüenza sobre teorías conspiranoicas que nadie en su sano juicio puede creer. (Sí, a Rouco lo cuento entre sus dirigentes, ¿o no es acaso uno de los que más manda en ese partido?) Aquel 11 de marzo algunos tuvimos mucha suerte, pero otros muchos, desgraciadamente, no. Que no se nos olvide.

lunes, 3 de marzo de 2014

Hasta las narices

Lo he dicho un montón de veces, y seguramente ya me esté poniendo pesadita con el tema pero es que ya estoy hasta las narices del biologicismo imperante en esta sociedad. Y el racismo. Y la desinformación... Y... ¡tantas cosas!
Estoy hasta las narices del "no, yo quiero que mi hijo sea mio" como si los hijos adoptados fueran de segunda clase o algo así. Más que quemada de los comentarios del tipo "qué buena persona eres" dando a entender que adoptar es una especie de obra de caridad. Hasta más allá del moño que no tengo del "¡ay, la chinita que mona!¿cuánto te ha costado?" mientras por otro lado van diciendo cosas del tipo "es que los chinos nos están invadiendo". Estoy muy cansada del "¿son tuyos?, pero tuyos, tuyos no serán..." y del "¿sabes quién es su verdadera madre? ¡Pues soy yo, no te fastidia! ¡Ya ni me gusta que me digan que los niños son guapos!
El otro día participé en un programa de radio sobre maternidad y discapacidad, la idea era demostrar que hay otras vías para ser madre sin necesidad de jugarte la salud en ello. Mi argumento, sencillo, "cuando tu embarazo es un embarazo de altísimo riesgo y con más que probables secuelas, es mejor tener la cabeza fría antes de tomar una decisión. Una vez han llegado los niños, llega la parte más dura, que es criarlos, y hay que estar lo más sana posible". En contraposición  otro argumento "quizás me muera, pero que mejor forma de morir que dando la vida a otro ser". Todas las opciones son respetables y muy, muy personales, pero no dejo de pensar en que esta sociedad ha convertido la maternidad en un fin último, especialmente la maternidad biológica, y si no quieres, o no puedes, tienes que conformarte con la "segunda opción", adoptar. Yo no lo veo así, las madres adoptivas que conozco, y son unas pocas, no lo ven así, pero se sigue premiando con la consideración social únicamente a esas "mártires de la maternidad". Lección aprendida, no vuelvo a dejarme enredar para participar en un programa de este tipo.