jueves, 19 de septiembre de 2013

Cuestión de edad

Mi báscula no me habla. Se ha cansado de mí. Cuando me subo encima deja en la pantalla una dubitativa línea intermitente, y nada más. Si insisto, me suelta un ERR que me deja muy claro que me estoy equivocando, que debo bajarme ya, que no me va a decir si perdí o gané peso. Pensarán que esto no es un problema, que sólo tengo que comprar una nueva, el informático de guardia me dirá que pruebe a resetearla, sí claro, ya lo sé, pero a mi me ha parecido paradójico y muy significativo que mi báscula deje de hablarme precisamente ahora.
Yo había decidido estar estupenda a los cuarenta, pasearme con un escotadísimo vestido por la gran fiesta que me iban a preparar, pero han llegado los cuarenta y uno y ni hubo fiesta, ni mi cuerpo da para escotes. Dicen que los cuarenta son los nuevos treinta, y será verdad, especialmente para aquellas a las que no se les ha puesto el culo de tamaño descomunal y que pueden ponerse un wonderbra sin parecer una tabernera medieval. No es mi caso. A mi los cuarenta no han hecho más que traerme goteras, cansancio y maluras, tontas, insignificantes, pero maluras a fin de cuentas.
No sé qué decir de cómo voy a estar a los cincuenta... pero visto lo visto, mejor me callo.

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