domingo, 1 de diciembre de 2013

Domingo de lavadoras y albóndigas

No es muy poético ¿verdad? Pero es la cruda realidad. Los domingos, si no toca visita familiar, son los días de levantarse tarde, después de un buen rato de cama con overbooking todos en la cueva, cuidado con dar patadas, risas y besos. Son días de quedarse en pijama todo el rato y de poner lavadoras, al menos tres, y de tenderlas, claro, que si no no tiene sentido y luego meterse en la cocina con la radio y alguna receta un poco más complicada que el día a día, y sus carreras, no te permiten hacer. Las albóndigas son de mi favoritas, porque me encanta amasar la carne y hacer las bolitas (al principio muy pequeñas, luego más grandes que cansa) mientras suenan por la casa canciones y juegos y las explicaciones de los deberes, porque vertebral viene de vértebra y es con v.
Y a las mil te sientas a comer, y hablas y hablas... hoy no se muy bien como hemos terminado hablando del 11M, qué difícil explicar esas cosas a un niño de ocho años, y de la empatía, eso ha resultado más fácil, y qué emoción que tu hijo no sepa ya que es ETA. Un largo domingo que continuará con alguna peli para toda la familia, y palomitas y a las siete y media tocará baño, y dejar los móviles y los demás juegos con pantallas porque ya estamos en "modo colegio" y a las nueve y media habrá que luchar a brazo partido para que se metan en la cama y se duerman.
Qué diferentes son estos domingos de los de antes, cuando no había hijos. Y qué iguales en cierto modo, también entonces los domingos eran de lavadoras y albóndigas.

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