martes, 26 de noviembre de 2013

Una válvula de escape

Pues resulta que la semana pasada pasaron cosas. Buenas, malas, regulares, con solución e irremediables. Muchas cosas. Y acabé de los nervios. Mi santa madre quiere devolverme a terapia, pero yo tengo miedo de que mi psicólogo, un gran hombre, me mande a tomar por saco para que le deje tiempo para atender a los que realmente tienen problemas. A mi me no me importaría volver a terapia, volver a tener ese espacio mágico en el que puedes decir lo que realmente piensas, o llorar todo el rato, o reírte a carcajadas... Es tener todas las semanas una válvula de escape que evita que, finalmente, explotes.
Podrían pensar si me leen que ahora sois vosotros, es este blog, mi válvula de escape, y ni siquiera les pago ¡qué poca vergüenza! Bueno, al menos tampoco les cobro, ni les obligo a leerme ni nada parecido. Y de vez en cuando necesito gritar a los cuatro vientos que a la próxima persona que mire a mis hijos con una sonrisa condescendiente diciendo "ay, es que se les quiere como si fueran tuyos" le voy a hacer mucho daño. Mejor que acabar en comisaría será, vamos digo yo.


1 comentario:

  1. Venga, grita si te lo pide el cuerpo;sigue utilizando esta válvula de escape, que tus seguidores oímos aquí tus gritos

    ResponderEliminar