viernes, 8 de noviembre de 2013

Reflexiones



Unas de las muchas perversidades de esta crisis/estafa que sufrimos es que ya no te puedes quejar de tu trabajo. Estar empleado en estos momentos te da una sensación de privilegio que hace que no te permitas a ti mismo ni el más mínimo asomo de rebeldía ante cualquier cosa que te pase en el ámbito laboral, ni quejas, ni reivindicaciones… ¡tú tienes suerte, tú no estás en paro! Y claro, así nos va. Los derechos que se han perdido me temo que van a tardar mucho en recuperarse, si es que alguna vez lo hacen. Hace no demasiado se hablaba de la generalización de la jornada de 35 horas como horizonte, ahora date con un canto en los dientes si tu empresa no ha instaurado, de tapadillo y bajo amenazas, la de 60. Hace no demasiado podías permitirte un salto al vacío si las cosas no te iban bien en el trabajo, ahora… ahora tienes que agarrarte como un percebe a tu silla y aguantar el temporal porque sabes que ahí afuera la cosa está bien mala. Y así, agarraditos, pasamos por cualquier cosa, por las bajadas de sueldo y el aumento de horas, por hacer tú el trabajo de tres porque no sustituyeron a los que se fueron o porque, simplemente, echaron a los demás. Dicen que es la estrategia del miedo, que mientras estemos asustados seremos sumisos y manejables. Y es verdad. Yo sigo sin entender cómo no arden las calles. Supongo que es el hartazgo, la sensación de que no puedes hacer nada. Y todo se va degradando, estamos perdiendo tanto que no podemos ni ser conscientes de ello. La estrategia del miedo conduce irremediablemente al sálvese quien pueda.  A ver si llega pronto la invasión zombie y cambian las cosas, mientras tanto, al menos hoy es viernes



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